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MITOS Y LEYENDAS CUEXTÉCATL

Leyendas indígenas mexicanas

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CUEXTÉCATL

1036-1116

En esta zona de Tepetzintla se encontraba la ciudad más grande y organizada de todo Huastecapan, con aproximadamente cincuenta mil habitantes, que fue gobernada por el rey huasteco Almehen Muy (conejo noble), aliado del sacerdote tolteca, Huemác (manos grandes) quien sustituyó de manera interina, desde 1039, a Xiutlaltzin (venerable tierra de turquesas) viuda del rey O-Mitl (el huesudo), quien murió en 1035.

En aquellos tiempos, existió una pareja muy joven formada por Ketun (piedra preciosa) y Bilim nacon hobon (gran sacerdote sabio) que engendraron a un niño al que pusieron por nombre Albin hobon (niño sabio) y educaron con mucho ahínco, hasta la edad de 12 años.

Según la leyenda, este niño desapareció misteriosamente del lugar, –quizás estuvo preparándose en algún Calmécac (escuela donde se preparaban los nobles para oficios sacerdotales)– y después de 20 años regresó mostrando gran sabiduría y preparación, tanto que dominaba a la perfección cuatro lenguas diferentes, enseñando a su pueblo la lengua náhuatl, siendo ésta muy fácil de aprender y se usó y sigue usándose como lengua franca para la comunicación en muchos pueblos indígenas. Texto de José Reyes Nolasco

Tras la muerte de Almehen-Muy, Albin hobon o Cuextécatl (abuelo o anciano de los huastecos), a tan corta edad se convirtió en rey del imperio al que le llamaron Cuextlán. Dada su capacidad ideológica, estratega, inteligencia y gran valor, logró establecer alianzas con los nahoas (gente superior o gente que manda), otomíes (othón significa no poseer nada y mí, cazadores que caminan cargando flechas) y los chichimecas (raza o linaje de perros), para defenderse de los ejércitos invasores. Su reinado se extendió entre los tének, pames, nahuas, tepehuas, e incluso hasta los totonacos (prueba de ello que su centro ceremonial, el nombre que lleva Tah k´in –Tajín o lugar de trueno– es vocablo tének).

Según la leyenda de Cuextécatl, cuando regresó del Calmécac desconoció a sus padres. Éstos le preguntaban qué fue lo que lo hizo cambiar y decir que ya no tenía padres, y él les contestó que se debía a alguien mucho mayor a todos los humanos. Ante la presencia de ellos se despojó del bonete o gorro cónico y les mostró su cabeza totalmente rapada y comenzó a relatarles la experiencia obtenida en aquel Calmécac, donde días antes de su retiro, tuvo algunas premoniciones, en las cuales primero se vio en total desgracia buscando, humillante, una mano amiga que le brindara ayuda, y le pidió a los dioses que le indicaran el camino de la verdad, pero ellos le respondían con acciones muy confusas que no le satisfacían, razón por la cual lloró enormemente, y se vio por años prisionero de grandes y poderosos guerreros, hasta el día de su muerte. Cuando despertó estaba en un monte espeso y solitario con mucha hambre, allí sólo encontró agua fresca y cristalina de la que bebió; luego caminó sin rumbo fijo hasta que de agotamiento le dio tanto sueño quedándose dormido y comenzando a soñar nuevamente, viéndose lleno de felicidad, con un mundo de almas dichosas a sus pies, mostrando gran poder de espiritualidad, dominando en todo su origen al mal y a la muerte. Texto de José Reyes Nolasco.

Tuvo un tercer sueño, que fue terrible: sentíase atacado por feroces fieras, serpientes y seres monstruosos como Mictlantecuitl (Mictlan, lugar de los muertos; técuitl, oscuridad de la noche o sea, “señor del país de los muertos y la oscuridad de la noche”) que le dio tanto miedo, pero de pronto se le apareció su madre a la que había dejado abandonada. Extendiéndole los brazos buscó su protección con los ojos llenos de lágrimas, se lanzó sobre ella, pero se desvaneció y él despertó con gran lamento. La cuarta noche soñó que se encontraba flotante en el cielo, alcanzando las estrellas, todos los astros y el cielo. Vio las almas agrupadas en parejas mostrando gran felicidad, pero de pronto vio esas almas desfallecer y descendiendo cada una al inframundo y con ellas caer él también para luego despertar de ese suplicio.

Más tarde volvió a quedarse dormido y vio un círculo luminoso que daba vueltas. Dentro de éste se hallaban muchos guerreros que luchaban a muerte despedazándose encarnizadamente y se escuchaban horribles gritos ensordecedores de dolor, de ira y de espanto. Atento a esta escena y preso de terror, despertó nuevamente y ya no quería dormir jamás, pero el sueño lo vencía y otra vez soñaba, pero ahora con un hombre blanco que llegaba del mar, con su rostro lleno de quietud y de paz, con mucha fuerza y voluntad, con acciones llenas de honestidad, de entrega a su raza, con voz suave que sus palabras llevaban luz espiritual, para ser escuchadas con gozo. Este hombre blanco castigaba el mal y vencía a la muerte, pero de pronto emprendió su camino hacia el mar perdiéndose en las aguas. En otro sueño, Cuextécatl se quedó esperando en la orilla del mar su regreso, por mucho tiempo hasta que el hombre blanco volvió con ejércitos de hombres armados parecidos a él, pero su semblante había cambiado totalmente: era ya de aspecto cruel y frío; sus ojos reflejaban la muerte.

“¡Padre, madre!”, les dijo Cuextécatl al concluir su relato. “Vi cómo cruelmente los hombres blancos destruían y mataban a todos juntamente con mis hermanos, aniquilando a pueblos enteros. Entonces se me aparecieron los dioses, los cuales me recomiendan una vida pura y sana y así estar preparado para el día que esto suceda y poder salvar a mi pueblo, es por eso que ya no puedo llamarles padres, y desde hoy yo seré el caudillo que salve a mi raza”.

Pasó el tiempo. En cierta ocasión los toltecas tomaron cautivo a Cuextécatl y fue sentenciado a muerte, pero antes de ser ejecutado conoció a Quetzalcóatl que abogo por él, siendo liberado y haciéndose muy amigos desde entonces. Al conocer la forma en la que había llegado hasta Tollan (Tula), Cuextécatl pensó que se estaba cumpliendo la realidad de sus sueños, puesto que Quetzalcóatl era el hombre blanco que vino del mar.

Pero todo su destino cambió totalmente cuando para festejar tuvo una reunión en el reinado de Cuextlán (1088), hoy Tepetzintla, con varios señores, patriarcas, sacerdotes y caudillos; reunión mejor conocida como Tlacualli mayahuale (comida de los bocoles o banquete de Mayahuel –Mayahuel también se asocia a la palabra “mayanaliztli” que significa hambre), reunión con la intención de colocar maderos en las partes más altas de los pueblos, en forma de cruz para protegerse de los demonios. Por iniciativa de Quetzalcóatl II los reunidos tomaron cuatro guacales de pulque (4 número sagrado), pero Cuextécatl fue tentado por Tezcatlipockle (espejo humeante) y se bebió unos de más, para después desnudarse y causar desfiguros, que según inconscientemente abusó de la princesa Xochitl (florecita), la hija de Papatzin (quien descubrió la manera de extraer el agua del maguey o pulque en años anteriores) y por lo que cuentan que Cuextécatl bebió néctar en las manos de la diosa, pero después que se dio cuenta de lo que había hecho le dio tanta pena, pues esta acción hizo que perdiera su sacerdocio y desnudo empezó a correr de Cuextlán (Tepetzintla) hasta Pantlan (Pánuco). El jefe guerrero Tlayolo (Corazón de tierra) con sus acompañantes lo siguieron y para que no se sintiera tan mal, también desnudos y corriendo detrás de él, hasta llegar a la región que hoy en día se conoce como Pánuco, donde formó la nueva Huastecapan, no sin antes Cuextécatl agarrar otra borrachera donde perdió su cetro o bastón en un lugar que le llamó Tancuayalab (canoa o balsa con el bastón del soberano) dentro de esta zona. Fundó también el pueblo de Tamuín (víboras o serpientes, también puede ser remolino de agua) o Tamuianchan (país de muchas víboras) que tomó como capital temporalmente antes de llegar a Pánuco.

Allá por el año de 1115, Cuextécatl murió en Pánuco antes de la destrucción de Tollan o Tula. Luego estalló una revolución y con ella la ruina del imperio de Tollan o del pueblo tolteca. Apareció tal como en la profecía de aquel entonces, un colibrí con espolón de gallo, el cual trajo la desgracia, pues se desataron torrenciales aguaceros, huracanes que acabaron con todo y si esto no fuera suficiente, vino una época de cruel sequía que acabó con el resto del poder tolteca. Además, llegaron las enfermedades que continuaron arrasando vidas y por último la invasión de los chichimecas, hombres bárbaros que hicieron que terminara la historia tolteca en 1116. Los chichimecas, tribu o cultura que respetaba demasiado al rey Cuextécatl como su aliado, pero al saberse ya muerto éste, se acabó el respeto hacia el pueblo huasteco que por muchos años había sido su aliado y fue sometido salvajemente a base de la fuerza guerrera.

Así comenzó a realizarse la profecía de Quetzalcóatl: el rey era bueno al principio, pero se hizo vicioso y de mala conducta y muchos nobles y sacerdotes lo imitaron.

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